Colombia: Los conflictos de
la izquierda en el “posconflicto” (I)
Un día después de la firma de los acuerdos, se inaugurará
una nueva etapa de conflictos, no antagónicos, en el seno de la izquierda
colombiana. Desde ya, el establecimiento en cabeza del santismo, resalta y
simplifica lo que, según ellos, será el enfrentamiento entre las FARC como
actor político sin armas y el uribista Centro Democrático. Dicha simplificación
anuncia algo así, como que los herederos del paramilitarismo y del “terrorismo
izquierdista” se enfrentarán en un nuevo escenario.
Desde luego, este reduccionismo político, además de
tendencioso, tiene, en principio, tres objetivos principales y allí está el
primer desafío para las izquierdas, en esta nueva etapa:
Primero, ubican al santismo y sus satélites como la
verdadera fuerza de centro en el campo que ellos llaman de paz democrática.
Desde esta perspectiva, pondrían a gravitar a todo su espectro en torno a las
políticas y candidaturas afines a la oligarquía ligada al capital trasnacional.
Así las cosas, mientras se firma la paz, intensifica su modelo y pavimenta la
candidatura de Vargas Lleras con la venta de Isagen, entre otros, y las
candidaturas de la U, del Partido Liberal y de ciertas amalgamas Verdes
solamente serán estratagemas de presión para conseguir cuotas en el período
2018 – 2022. Sin duda, si el proceso se culmina, Vargas Lleras, ahora sí, se
tomará algún selfi con la firma de la paz como trasfondo.
En segundo lugar, esta treta reduccionista seguirá alimentando
la idea, no difícil de asumir, de que la verdadera derecha es el uribismo. Y,
dado que el ejercicio de caricaturizar a Uribe es tarea-deporte de parte de la
izquierda y de sectores medios de inspiración democrática, la labor del
Santismo será simplemente colocar los altavoces y blandir los hechos
constatables de la paz, como en la biblia, aprovechando el estado de ánimo de
la población tras el silenciamiento de los fusiles. Y claro, está táctica
colocará muy altas las alambradas para que las dispersas ovejas y otras reses
de llamada Unidad Nacional se vean obligadas a pastar en el área delimitada por
la pradera de la repartija y miel de purga burocrática. Como es sabido, ya la
Unidad Nacional ha creado campos minados con cebo burocrático envenenado y el
resultado es, que son muy reducidos los escapes al uribismo y, por lo tanto, al
Centro Democrático no le queda otro camino que, por un lado, seguir
pasteurizándose en la dermis, como lo hizo con su lista al Senado, y
reinventando un nuevo mantra contra el “castro-santismo” por el otro. En los
contextos locales, tal como lo hiciera en Bogotá, el Partido Conservador,
camaleónicamente, matizará su azul en el ámbito político, para acomodarse a
cualquier espectro, pero en el escenario nacional, las andaderas de sus
jerarcas orientarán el camino tras las huellas de las feromonas que dejen los
saltamontes en los sembrados de lentejas, es decir, hacia el santollerismo y,
de alguna manera, acomodarse en la foto.
En tercer lugar, la derecha de turno, llegada la firma de
los acuerdos, ubicará a las FARC como el legítimo representante de la izquierda
colombiana y, de hecho, los avances del proceso de paz y el resultado concreto
de convertir la lucha por la paz en el principal tema de la vida política
nacional, harán acreedora a las FARC de un papel protagónico indiscutible en la
arena política nacional y, por ende, como un eje fundamental del espectro de la
izquierda tras la firma de los acuerdos. Indudablemente, por acción o por mera
constatación de los hechos políticos, la derecha santista, que se cree con
derecho, venderá la idea de que la formación política que construya las Farc
será el contradictor válido en el otro extremo, generando con ello un nuevo
remolino en el ámbito de la ya bastante balcanizada izquierda “legal”,
representada, en primer lugar, por el PDA, y con él, el MOIR, las diversas
fuerzas camilistas, sectores de los Verdes, los sobrevivientes del EME, los que
impulsaron la tesis de la Nueva Democracia, los que nos advirtieron sobre la
Revolución Traicionada y las agrupaciones del espectro comunista, herederas de
la III Internacional, que no asumieron la acción armada como forma principal de
lucha. Claro, todo lo anterior, con la incógnita abierta de lo que pase
con el ELN.
La lucha armada, desde sectores de la derecha, se
convirtió en arma arrojadiza, como gas lacrimógeno, contra cualquier
intento de unidad de la izquierda, que haya dado la batalla política en el
marco del sistema dominante. Ahora, en un nuevo momento, superada la lucha
armada, graduar a las FARC de manera anticipada como el referente de la
izquierda, será una nueva artimaña para entorpecer caminos unitarios, y
garantizar que se inaugure una nueva etapa de guerras intestinas. Las cizañas y
las mañas de la derecha apuntan a que los otros núcleos importantes de la
izquierda muerdan el anzuelo, reaccionen defensivamente, indilguen a las FARC
los males padecidos y eludan que las responsabilidades sean colectivas.
Bien delimitados los campos, con el santismo apropiado
del centro, estos abrirán portillos temporales para que haya una nueva huida de
sectores de izquierda al “centro santista”, pero ellos mismos saben que esto
tendrá sus límites, tanto en cantidad como en tiempo, pero de todas maneras
contribuirá a la labor divisionista, y en ello tienen una larga experiencia que
se puede sintetizar en Los Garzón.
Así las cosas, identificada la estratagema de la
oligarquía corporotocrática agrupada en Unidad Nacional, se hace necesario que,
desde la izquierda, se anticipe hacia dónde apuntan los nudos problemáticos que
tendrá que afrontar tras la firma de los acuerdos de La Habana. No permitir que
el plan político de la derecha aliada de la paz, sea el que marque la pauta
tras la firma: Ese es el primer eje de dificultades que, desde la izquierda, se
ha de saber afrontar. Primero, el Santismo y sus satélites no son ningún centro
político, aunque sean aliados circunstanciales de la paz, pues es claro que, en
otros asuntos, como el modelo económico, son abiertamente de derecha. Segundo,
que el uribismo no es el único depositario de la derecha más rancia en
Colombia, pues en el santo-llerismo hay un enorme contingente de uribistas
vergonzantes; para ello, bastaría ver cómo quedarían sus “profundas”
diferencias en el eventual caso en que el uribismo, en medio de su pragmatismo,
entrase en la recta final de los acuerdos de paz. Y, en tercer lugar, es
importante no dar como cierto el mensaje maniqueo del santo-uribismo, en el
sentido de que la izquierda, tras la firma de los acuerdos, no tiene otro
camino que soltar amarras y dejarse llevar por la fuerza gravitacional de las
FARC o buscar un portillo al “centro” santista o quedar como mero
testimonio.
la parte II de este artículo examinaré los aspectos
que, desde distintas perspectivas, se convirtieron en talanqueras para la
unidad de la izquierda, y cuáles podrían ser los desafíos para la unidad en un
escenario del silenciamiento de fusiles.
Alfredo
Holguín M.
Fundación
Walter Benjamin,
Militante
de base del PCC.
Hola Alfredo, grato saber de ti, soy Fabian Alvarez, perdido 2001, JUCO, ACEU, Pariera, UTP, Presentes por el Socialismo. etc. Buenas tus reflexiones, en el presente artículo, excelente análisis sobre la nueva configuración de la derecha después de los posibles acuerdos de paz. No quedo a gusto con lo que le otorgas a la Izquierda en Colombia, creo que estas metiendo en un mismo saco a sectores estilo “Rábano” como el MOIR y parte de la dirigencia de PDA, a ellos yo los llamo oportunistas, sesudos y acomodados, carentes de un ética revolucionara, ¿se puede ser de izquierda sin ser revolucionario? Podrás tu ilustrarnos sobre esa disyuntiva. Posdata: el año pasado escribí un artículo sobre ese teme precisamente, si quieres conocer mis reflexiones envía un correo al: faalva92@hotmail.com
ResponderEliminarMil gracias
Fabian Quebec, 2016