Alfredo Holguín M.

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Hola. Soy un colombiano que trabaja a diario por la construcción del horizonte de la esperanza. En este blog quiero compartir mis elaboraciones sobre temas de análisis político que son producto de muchos años de estudio, discución y lucha.

domingo, 14 de febrero de 2016


Colombia: Los conflictos de la izquierda en el “posconflicto” (I)

Un día después de la firma de los acuerdos, se inaugurará una nueva etapa de conflictos, no antagónicos, en el seno de la izquierda colombiana. Desde ya, el establecimiento en cabeza del santismo, resalta y simplifica lo que, según ellos, será el enfrentamiento entre las FARC como actor político sin armas y el uribista Centro Democrático. Dicha simplificación anuncia algo así, como que los herederos del paramilitarismo y del “terrorismo izquierdista” se enfrentarán en un nuevo escenario.

Desde luego, este reduccionismo político, además de tendencioso, tiene, en principio, tres objetivos principales y allí está el primer desafío para las izquierdas, en esta nueva etapa:
Primero, ubican al santismo y sus satélites como la verdadera fuerza de centro en el campo que ellos llaman de paz democrática. Desde esta perspectiva, pondrían a gravitar a todo su espectro en torno a las políticas y candidaturas afines a la oligarquía ligada al capital trasnacional. Así las cosas, mientras se firma la paz, intensifica su modelo y pavimenta la candidatura de Vargas Lleras con la venta de Isagen, entre otros, y las candidaturas de la U, del Partido Liberal y de ciertas amalgamas Verdes solamente serán estratagemas de presión para conseguir cuotas en el período 2018 – 2022. Sin duda, si el proceso se culmina, Vargas Lleras, ahora sí, se tomará algún selfi con la firma de la paz como trasfondo.

En segundo lugar, esta treta reduccionista seguirá alimentando la idea, no difícil de asumir, de que la verdadera derecha es el uribismo. Y, dado que el ejercicio de caricaturizar a Uribe es tarea-deporte de parte de la izquierda y de sectores medios de inspiración democrática, la labor del Santismo será simplemente colocar los altavoces y blandir los hechos constatables de la paz, como en la biblia, aprovechando el estado de ánimo de la población tras el silenciamiento de los fusiles. Y claro, está táctica colocará muy altas las alambradas para que las dispersas ovejas y otras reses de llamada Unidad Nacional se vean obligadas a pastar en el área delimitada por la pradera de la repartija y miel de purga burocrática. Como es sabido, ya la Unidad Nacional ha creado campos minados con cebo burocrático envenenado y el resultado es, que son muy reducidos los escapes al uribismo y, por lo tanto, al Centro Democrático no le queda otro camino que, por un lado, seguir pasteurizándose en la dermis, como lo hizo con su lista al Senado, y reinventando un nuevo mantra contra el “castro-santismo” por el otro. En los contextos locales, tal como lo hiciera en Bogotá, el Partido Conservador, camaleónicamente, matizará su azul en el ámbito político, para acomodarse a cualquier espectro, pero en el escenario nacional, las andaderas de sus jerarcas orientarán el camino tras las huellas de las feromonas que dejen los saltamontes en los sembrados de lentejas, es decir, hacia el santollerismo y, de alguna manera, acomodarse en la foto.

En tercer lugar, la derecha de turno, llegada la firma de los acuerdos, ubicará a las FARC como el legítimo representante de la izquierda colombiana y, de hecho, los avances del proceso de paz y el resultado concreto de convertir la lucha por la paz en el principal tema de la vida política nacional, harán acreedora a las FARC de un papel protagónico indiscutible en la arena política nacional y, por ende, como un eje fundamental del espectro de la izquierda tras la firma de los acuerdos. Indudablemente, por acción o por mera constatación de los hechos políticos, la derecha santista, que se cree con derecho, venderá la idea de que la formación política que construya las Farc será el contradictor válido en el otro extremo, generando con ello un nuevo remolino en el ámbito de la ya bastante balcanizada izquierda “legal”, representada, en primer lugar, por el PDA, y con él, el MOIR, las diversas fuerzas camilistas, sectores de los Verdes, los sobrevivientes del EME, los que impulsaron la tesis de la Nueva Democracia, los que nos advirtieron sobre la Revolución Traicionada y las agrupaciones del espectro comunista, herederas de la III Internacional, que no asumieron la acción armada como forma principal de lucha. Claro, todo lo anterior, con la incógnita abierta de lo que pase con el ELN.

La lucha armada, desde sectores de la derecha, se convirtió en arma arrojadiza, como gas lacrimógeno, contra cualquier intento de unidad de la izquierda, que haya dado la batalla política en el marco del sistema dominante. Ahora, en un nuevo momento, superada la lucha armada, graduar a las FARC de manera anticipada como el referente de la izquierda, será una nueva artimaña para entorpecer caminos unitarios, y garantizar que se inaugure una nueva etapa de guerras intestinas. Las cizañas y las mañas de la derecha apuntan a que los otros núcleos importantes de la izquierda muerdan el anzuelo, reaccionen defensivamente, indilguen a las FARC los males padecidos y eludan que las responsabilidades sean colectivas.

Bien delimitados los campos, con el santismo apropiado del centro, estos abrirán portillos temporales para que haya una nueva huida de sectores de izquierda al “centro santista”, pero ellos mismos saben que esto tendrá sus límites, tanto en cantidad como en tiempo, pero de todas maneras contribuirá a la labor divisionista, y en ello tienen una larga experiencia que se puede sintetizar en Los Garzón.

Así las cosas, identificada la estratagema de la oligarquía corporotocrática agrupada en Unidad Nacional, se hace necesario que, desde la izquierda, se anticipe hacia dónde apuntan los nudos problemáticos que tendrá que afrontar tras la firma de los acuerdos de La Habana. No permitir que el plan político de la derecha aliada de la paz, sea el que marque la pauta tras la firma: Ese es el primer eje de dificultades que, desde la izquierda, se ha de saber afrontar. Primero, el Santismo y sus satélites no son ningún centro político, aunque sean aliados circunstanciales de la paz, pues es claro que, en otros asuntos, como el modelo económico, son abiertamente de derecha. Segundo, que el uribismo no es el único depositario de la derecha más rancia en Colombia, pues en el santo-llerismo hay un enorme contingente de uribistas vergonzantes; para ello, bastaría ver cómo quedarían sus “profundas” diferencias en el eventual caso en que el uribismo, en medio de su pragmatismo, entrase en la recta final de los acuerdos de paz. Y, en tercer lugar, es importante no dar como cierto el mensaje maniqueo del santo-uribismo, en el sentido de que la izquierda, tras la firma de los acuerdos, no tiene otro camino que soltar amarras y dejarse llevar por la fuerza gravitacional de las FARC o buscar un portillo al “centro” santista o quedar como mero testimonio. 

la parte II de este artículo examinaré los aspectos que, desde distintas perspectivas, se convirtieron en talanqueras para la unidad de la izquierda, y cuáles podrían ser los desafíos para la unidad en un escenario del silenciamiento de fusiles.

Alfredo Holguín M.
Fundación Walter Benjamin,
Militante de base del PCC.