Mali
¿Por qué es insensata la intervención francesa?
Entre más hundan sus pies en las
arenas del Sahara, más los presionará la disyuntiva entre apoyar a los
movimientos democráticos laicos y religiosos seculares de la región, o sencillamente
dejar que sus aliados (directos o indirectos) del extremismo les contribuyan a
una implosión de los jóvenes estados de África Occidental, y así acentuar su
poder Neocolonial. Es muy probable que hagan lo segundo.
1.
Porque
no hay Principios, sino Intereses. Los hechos lo demuestran
contundentemente, pues la llamada Primavera árabe no es tal, sino que se trata
de un complejo escenario de fuerzas, pujando, a veces en favor de la Democracia,
y en otras en dirección del extremismo neoliberal y/o religioso, según el caso
y conveniencia. La UE y los EE.UU. que, en un primer momento, salieron en apoyo
de Mubarak y Ben Ali, rápidamente se apartaron de los autócratas caídos en
desgracia y demagógicamente se convirtieron en adalides de la ‘revolución’ en
Túnez, Egipto y sus alrededores. No hay duda, el centro de sus acciones es
defender sus intereses, y en ese sentido, la nueva intervención de Francia en
Mali, de la mano de un golpista, responde más a cuidar sus utilidades económicas
que a una actitud solidaria con los pueblos que habitan Mali. En Mali, aparte
de su hipocresía argumental, lo claro es que van a asegurarse los recursos del
tercer mayor exportador de oro de África, y de una larga lista de riquezas
minerales, entre ellas, importantes reservas de Uranio. Claro, los intereses
van más allá, se trata también de cuidar los intereses del conglomerado francés
Areva que controla, en la vecina Níger, la industria minera del uranio.
2.
Porque
no se puede ‘sembrar’ la Democracia, y menos si es lanzando bombas.
Ante su sed de negocios, las potencias europeas se ‘olvidaron’, que producto de
los cambios políticos de los últimos 20 años, los autócratas del nacionalismo
árabe fueron los que desmantelaron, en parte, las conquistas de su propio modelo,
virando al credo neoliberal. Recordemos, que estos ‘salvadores’ de Mali,
primero condenaron los levantamientos populares, que en buena medida se
resistían a las nefastas políticas neoliberales, y que, en un mismo acto,
exigían apertura democrática en el norte de África. Después, al ver que se les
salió de control, el Gobierno de sus aliados, de la noche a la mañana, cambiaron
de bando y se volvieron adalides de la Primavera árabe, aliándose inescrupulosamente
con todos aquellos que les garantizaran desatar la ingobernabilidad y
participar de la repartición del botín, en caso de que triunfaran dichas
revoluciones o que, en su defecto, estos países implosionaran. Como lo hemos
constatado, se está repitiendo el libreto de las llamadas ‘intervenciones
humanitarias’, pues atizan la guerra, llegan los bombarderos, no llega la Democracia
y, en nombre de la libertad, destrozan países, afectan gravemente a la
población; pero eso sí, garantizan y aumentan, muy eficientemente, la
producción petrolera y las importaciones de armas y otras mercancías.
3.
Porque
no se puede luchar por propósitos justos con métodos ruines.
La lección está clara: a Sarkozy y Berlusconi no les interesaba ver florecer la
Democracia, sino cubrirse las espaldas y ver crecer sus ya prósperas industrias.
Recordemos, que ambos tenían negocios turbios con Gadafi. Se advirtió, que no
se puede cohonestar con aquellos que arguyen justos propósitos usando métodos ruines;
es decir, era y es un despropósito luchar contra algunos regímenes
descompuestos del nacionalismo árabe, haciendo alianzas con las más antidemocráticas,
brutales y semifeudales tiranías, como Arabia Saudí o Catar, solo por nombrar
algunas. No es serio que inviten o a la lucha paranoica e islamofóbica contra
el mundo musulmán, cuando ellos, directa o indirectamente, apoyan a los
minoritarios, pero eficaces, grupos extremistas religiosos al detal, según sus
intereses, llámese Afganistán, Siria o el Sahel. Tampoco lo es alentar, de
palabra, a los demócratas de Egipto, cuando bajo la mesa la U.E. y los EE.UU.
hacen contubernios con la cúpula corrupta del Ejército, y la retrógrada y
neoliberal Hermandad Musulmana en Egipto. No podemos olvidar que el 21 de marzo
de 2012 un grupo de militares derrocó al presidente Amadou Toumani Touré en
Mali, en un sangriento Golpe de Estado, y entonces, ¿por qué Francia no acudió
a defender la Democracia? ¿No será que le incomodaba algún nivel mínimo de
autonomía y democracia en Mali? ¿Por qué no se trabajó por buscar una solución
política con el Movimiento de Liberación Nacional del Azawad (MLNA)? ¿Por qué
dejaron que los grupos salafistas de distinta estirpe (Al Qaeda del Magreb
Islámico –AQMI-, Ansar Dine y el Movimiento para la Unicidad de la Yihad en
África Occidental –MUYAO-) complicaran la situación y sus bases instaladas en
Mali no hicieron sus llamadas operaciones quirúrgicas a tiempo?
4.
Porque
se perdió la confianza con la violación de la resolución 1973 de la ONU sobre
Libia. No fueron pocos los análisis serios que apuntaron a
que, si se sobrepasaba la resolución 1973 de la ONU sobre Libia, sencillamente,
se manoseaba la voluntad de las naciones; y efectivamente, se tiró la llave al
mar, pues hoy, en los diferentes cálculos geoestratégicos, es muy difícil que
la ONU pueda buscar una solución negociada en el caso Siria, después de lo
sucedido con Gadafi. Aunque son situaciones distintas, a muchos gobiernos que
confían en la ONU, como un órgano para construir consensos sobre la base de sus
principios, hoy se les dificulta incidir de forma efectiva, a pesar de la
resolución 2071 sobre Mali, que en últimas, lo que hacen es lavarse las manos y
dejarle la puerta abierta a la intervención a la francesa, con careta de la ONU.
Los franceses irán solos, entre otras cosas, porque Mali, como patio trasero
francés, no tiene más dolientes, y ellos lo saben. La implicación de la CEDAO
(Comunidad Económica de Estados de África Occidental) no es más que una presión
a muchas de sus excolonias, para que, en caso de que sea necesario, la sangre
intervencionista que se derrame, también sea africana.
5.
Porque,
según la experiencia, los resultados anunciados serán adversos.
Los Gobiernos de occidente no tienen autoridad para exigirle temperamento al
vecino Gobierno de Argelia, cuando hace apenas dos décadas lo dejaron
literalmente solo ante el avance del fundamentalismo religioso, y hace apenas
hace unos meses, alentaban la caída de la actual Administración. Se equivocan,
si creen que a Estados como Argelia se les olvidó lo recientemente sucedido con
sus similares de Túnez y Egipto, donde se impone la Sharia y las ya debilitadas
constituciones laicas languidecen. En Mali, ninguna fuerza laica, ni siquiera
los musulmanes seculares, van confiar en incursiones militares sin conseguir
consensos locales previos, pues saben, por experiencia, qué resultados arrojará
guerra ‘humanitaria’. En últimas, a además de garantizar sus negocios, se trata
blindar a Europa y los EE.UU. contra lo que ellos denominan terrorismo, sin
importar la suerte de los pueblos en la periferia.
6.
Porque
la política del doble rasero solo genera monstruos. Francia
se queja, argumentando que el resto de la OTAN la ha dejado sola en esta nueva
intervención militar. Quieren, ahora, ignorar la vieja regla colonial sobre el
reparto de África, que se hace en Berlín, París o Londres, en la que, sobre el
terreno, cada uno defiende su patio trasero.
El
problema, es que la OTAN tiene muchas guerras inconclusas, cuyos resultados no
se corresponden con los propósitos justificadores iniciales. En Afganistán, la
política del doble rasero -apoyar fundamentalistas contra el gobierno afgano en
la década del 80- fortaleció a Al-Qaeda en el llamado cercano
oriente y en el norte de África y el Talibán, reorganizado está al acecho para
regresar a Kabul; en Irak, la tarea de deshacerse de su viejo aliado Sadam
Hussein condujo a un país fragmentado y gobernado, por ahora, por las facciones
chiítas; Somalia no existe como Estado; por el contrario, la guerra no acaba y,
actualmente, Libia recorre el mismo camino. ¿Ese será el destino de Mali? ¿Qué
hace pensar que esta guerra no traerá más sufrimientos y miseria para sus
pueblos, que no se repetirá la historia una y otra vez?
Buscar caminos diferentes
Lo
sensato entonces, sería oponerse a las guerras y trabajar para construir
soluciones políticas, y así evitar más desplazamientos y ataques contra la
población civil, bien sea desde la metralla integrista o desde las bombas de la
OTAN. Lo razonable es la cooperación para sacar a millones de personas de la
miseria y la ignorancia, que son los escenarios propicios donde se alimentan
los extremismos de todos los pelambres. El presidente Hollande, en vez fungir
en las calles de la histórica Tombuctú como un Napoleón de Opereta, podría dar
el primer paso indemnizando y dando un trato digno a los miles y miles de
ciudadanos de Mali que son perseguidos y humillados en las calles de Francia.
No
se necesita ser un geógrafo para advertir que las fronteras de la región fueron
trazadas con regla por las potencias coloniales. En esa dirección, una tarea, en
la cual la ONU ha de estar a la cabeza, es asumir como justa y legitima la
lucha del pueblo Tuareg, incluidas sus organizaciones religiosas, que son
ajenas a prácticas fundamentalistas, de manera que, por medio del diálogo, se
puedan reconstruir las fronteras, acorde con la aspiración y las formas de
gobierno y autonomía, según las particularidades históricas y culturales de ese
rico y multicultural continente, con Mali como caso emblemático. En esta misma
dirección hay que apoyar e impulsar la lucha de los polisarios en el Sahara Occidental
ocupado por el régimen de Marruecos, con la venia de Europa.
Lo
contrario es un escenario más complicado, pues mientras las tropas francesas
ocupan los centros urbanos, las otras fuerzas se han replegado temporalmente, ya
que las armas fluyen desde todas las direcciones: la industria militar de
occidente, los regímenes de la península arábiga y del bazar libio. Desafortunadamente,
se repite el caso: la foto del presidente francés en Tombuctú es para
justificar intereses canallas, y esta agresión posiblemente terminará por desestabilizar
el resto de África Occidental. Lejos de lo que algún día impulsaron dirigentes
como el líder independentista Modibo Keïta (Presidente entre 1960 - 1968), esta
injerencia será el retorno de la parábola hacia el periodo entre 1864 y 1900, cuando
los colonialistas franceses se enfrentaron a los gobiernos musulmanes, que
entonces gobernaban como Califas este mismo territorio. No es, pues, razonable,
desde ningún punto de vista, cohonestar con esta nueva insensatez.
Tynset,
Noruega – 05-02-2013
[1] Militante de la Coordinación del
PCC en Europa (Colombia). Miembro de la Fundación Walter Benjamín. Miembro de
SV (Noruega)